jueves, 9 de junio de 2011

El neo-mercantilismo de los "renovados montoneros", el kirchnerianismo, y los monopolios en Argentina.

El que mejor definió lo sucedido en la economía argentina en años noventa fue Ricardo López Murphy, cuando en un raro intento de su parte para defender las ideas liberales rotuló al sistema vigente en esos años no como neoliberal sino como neomercantilista.

Y la definición es bastante ajustada a la realidad, porque especialmente en materia de privatizaciones y concesiones, el estado nunca liberó el mercado, sino que mas bien lo cedió como cotos privados a unas cuantas empresas que se hicieron de un cuasi-monopolio. Mediante licitaciones hechas a medida, se repartieron la torta que era del estado algunas multinacionales, y tres o cuatro grupos locales agrandados en época de la vieja "Patria Contratista", reconvertidos en protagonistas principales de la nueva ola privatista.

Sea como sea, lo cierto es que éstas empresas entonces hicieron inversiones, se endeudaron, y en diez años dieron vuelta el perfil de los servicios públicos en la Argentina. Una realidad innegable, que en su momento justificó que ningún teórico se detuviera mucho a plantear que lo que sucedía no tenía que ver tanto con el mercado, sino con el arreglo entre el poder y sus empresarios favorecidos.

Cuando el neomercantilismo, camuflado como neoliberalismo se constituyó en el blanco de las críticas de los medios, los políticos, y la gente ya era tarde para cambiar etiquetas.

Montado en el discurso de la izquierda latinoamericana, y el que la oposición mantuvo en el país al menos dede 1995, Kirchner prometió el recambio del "viejo modelo" por el pregonado Modelo del Trabajo y el Empleo. Mientras tanto ha implementado -y lo refuerza cada día- un profundizamiento del modelo neomercantil: Sólo los amigos del poder hacen negocios. La sustitución de prestadoras de servicios, pasando de aquellas de los noventa a éstas amigas patagónicas ni siquiera necesita la compulsa de una licitación. A través de transferencias de paquetes acionarios, los nuevos amigos del poder se van quedando con todo.

En las licitaciones por obra pública resultan ganadoras ignotas empresas sureñas con el aval técnico de haber cambiado alguna vereda en Río Gallegos. Los bancos de provincias han sido copados por la empresa que administra el Banco sde Santa Cruz. Las megaconcesiones del servicio eléctrico y de la provisión de agua de Buenos Aires, están en la mira de empresas K, que ésta vez no necesitan ni endeudarse ni invertir. El modelo neomercantil se ha perfeccionado en la era K, ya que toda la inversión para aumento de capacidad, expansión de redes, mejoras, lo paga el Estado, que ya no es más el Estado Bobo que criticábamos en los ochenta sino que ahora es directamente un Estado Cómplice. Hay que ver cuanta tela se puede cortar ahora, y qué sustento tiene un modelo que recuerda tanto al de las empresas nacionalizadas allá por el 47, que se alimentaron del IAPI mientras pudieron pero que en menos de diez años mostraron que es imposible mantener el engaño tanto tiempo.
Consecuencias dramáticas del neo-mercantilismo en Argentina, entre otras la cautividad del mercado, la perdidad del poder económico de la PEYMEs, y la pobreza generalizada.

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